Capítulo 13.
Holaa de nuevo, aquí os dejo el capítulo de esta semana, espero que os guste y, por favor dejadme algún comentario, me alegraríais la semana.
Bss
Daniel:
Entro en la biblioteca, la miro, y me da muchísima pereza tener que subir las escaleras y mirar los más de veinte mil libros que hay en esa gran planta. La verdad es que cuando ya has mirado como unos quinientos de la planta baja y haber dimitido porque son de principiantes y es imposible encontrar el tipo de libro que necesitas, acabas hartándote. Y menos mal que los que los escribieron les dio por poner una página en la que en el título pone índice y pone lo que hay en el libro porque si no estoy seguro de que podría morir… Termino subiendo, empezando a mirar los más próximos a mí. Después de varias horas ahí sentado, con una pila de libros a mi lado y sin haber encontrado nada, alguien me toca en la espalda, me giro y me encuentro con un Arthur algo ausente.
-¿Quieres que te ayude?-pregunta no muy convencido.
-Como quieras.-le contesto pidiendo para mis adentros que se siente y me ayude a buscar. En estos momentos es cuando más de menos echo a Beatriz, aunque la pobre ya tiene bastante con lo que lidiar. Él se sienta a mi lado, coge un manuscrito de la pila y lo observa.
-¿Qué buscas exactamente?
-¿Te suena de algo “Mutare vitae”?
-Latín…-se para.- Cambio de vida, ¿un hechizo?
-Sí, ¿no te suena?
-Sí, pero no sé cuál es ahora.
-También es conocido por: iustitia peccatorum.
-¿Para qué quieres ese hechizo, Daniel?
-Más bien quiero el conjuro que lo deshaga
-Ven, creo que sé donde está.-se levanta de la silla y empieza a caminar, yo lo imito.-¿Crees que le hicieron eso a tu hermano?
-Al menos tengo la esperanza de que así sea.
-Creo que solo hay una manera de deshacerlo, pero espero que no sea esa.
-¿Es dolorosa? ¿Necesita mucho poder o algo?
-Solo necesita una cosa y dudo que tu hermano pueda conseguirlo.
-¿El qué?
-Primero déjame comprobarlo.
-De acuerdo.-pasan varios minutos antes de llegar a la parte de atrás de la biblioteca, Arthur mete la mano entre varios libros y saca una llave, luego da varios pasos y la mete en un sitio que no consigo ver, la estantería que está enfrente de nosotros se abre y Arthur entra, yo le sigo y según entramos en la estancia la puerta se cierra tras de mí.
-¿Qué demonios…?-Arthur me mira y se ríe.- ¿Qué es este lugar? ¿Por qué no sabía que existía?- camino agarrado a la pared ya que no hay luz.
-Aquí se guardan los ejemplares más antiguos, los primeros manuscritos, libros muy poderosos que no pueden estar al alcance de todos.
-¿Pero por qué yo no sabía nada?
-Daniel, serás el favorito del señor y también uno de los más poderosos, pero aun así hay cosas que no se te pueden contar, nadie en este sitio sino “Él” sabe todas las cosas que guarda este lugar. Entre las paredes de este sitio hay millones de secretos y cada familia guarda uno, a mi me toco este y espero que no se te ocurra decir nada, ni a Beatriz.-por alguna razón Arthur se pone rojo al decir su nombre. Lo dejo pasar, ya después me lo tendrá que contar.
-¿Pero qué clase de hechizos hay aquí?
-Sobretodo hay de magia negra, por eso está tan escondido, ni Kate que es de la familia sabe esto, sería demasiado peligroso.- Miro la estancia ya que por fin Arthur le da al interruptor de la luz. Es una especie de cueva con libros apilados y llenos de polvo por todos lados, Arthur se pierde en el lugar, yo me siento en una silla de madera que encuentro por ahí y cojo un libro, lo dejo en el sitio ya que está escrito en una antigua lengua.
-¿Crees que está aquí lo que busco?
-Creo que sí. Una vez intenté colocar este lugar pero me resulto imposible, bueno el caso es que cuando los estaba mirando para clasificarlos según el tipo de magia vi ese hechizo. Si nadie se lo ha llevado supongo que seguirá aquí.-asiento para mí. Arthur tose y se acerca a mí con un libro de tapa de cuero negro, no veo el título, pero cuando me lo enseña está por la página que tanto había buscado. Dejo el libro en la mesa, hay un dibujo abstracto que llena casi toda la página, no consigo descifrar que es, me olvido de eso y leo:
Oblivisci dilexit ones, oblivisci ese amoris, tardius moriens sicut wilted flos. Nuncdebit um ad qui creditis.
Leo esas palabras, traduciéndolas para mis adentros: Olvida a tus seres queridos, olvida la existencia del amor, muere lentamente como una flor marchita. Ahora, obedece a quien te crea y ven a tu nueva vida.
-Ese es el hechizo.-le da la vuelta y me enseña una hoja totalmente escrita, doy un suspiro de alivio al ver que está en mi idioma, ya que si no estoy seguro de que me puedo pegar la vida descifrando las palabras de ese estúpido libro. Examino la página.
-Este hechizo es demasiado poderoso, por lo tanto cualquier mago no puede ejecutarlo.
-Las personas que están bajo la influencia de este encantamiento serán los títeres de su amo -su creador-.
-Solo debe utilizarse en caso de desacato a las reglas ya que el uso indebido puede llevar al mago/a a la horca.
Importante:
La única manera de que este hechizo termine es que la victima mate a su creador, desobedeciendo completamente a su amo, por alguna causa mayor- el mago afectado, tiene que hacer que sus sentimientos se activen ya que estos han sido ocultados o dormido-.
Si por alguna razón el mago creador muere por otra causa, el lacayo -la víctima- morirá con él.
Suelto un grito ahogado, definitivamente mi hermano está perdido, jamás le recuraré.
-Hay esperanza, Daniel.-niego.
-Es imposible que él lo mate, Arthur, es totalmente imposible y como intenten matar a Draco, lo perderé definitivamente, no habrá ninguna esperanza.-Arthur me mira sin saber qué hacer, no hace falta saber en que está pensando. Esto va a ser un reto y, de los grandes.
-Se nos ocurrirá algo.
Beatriz:
Me bajo del coche, llevamos toda la mañana viajando, estoy agotada pero también ansiosa por llegar a mi casa. Miro la estancia, hace solo un par de semanas que me fui de ese lugar y parece que de eso ha pasado una eternidad. Camino por el camino de piedra que hay para llegar a la entrada, me giro y veo que Stephan y Miriam se quedan en la puerta de la furgoneta para dejarme un poco de intimidad y entonces veo el característico buzón rojo chillón que hay al lado de la pequeña vaya blanca, pongo la mano en el pomo de la puerta y las lágrimas salen de mis ojos. Empujo la puerta y me doy cuenta de que está cerrada, es la primera vez en toda mi vida que me he encontrado la puerta así, me agacho, levantando la alfombra de paja que pone bienvenido para coger la llave que hay ahí. Abro la puerta, no huele a comida, no huele al perfume de mi madre, simplemente huele a vacio una fragancia nueva para mí. Entro en el salón, dejo las llaves en la barra. Los colores de ese lugar son tan vivos… las paredes naranjas, los sillones verdes con los cojines del mismo color que las paredes, un mueble de madera grande mantiene a la izquierda la televisión y algunas fotos de mi madre y de mí, cojo una y vuelvo a llorar, es evidente que no está, no hace falta ni que suba a la planta de arriba para comprobarlo. Solo con ver la casa me doy cuenta de la realidad. Vuelvo a dejar la foto en su sitio, me acerco a la mesa de cristal que está situada en el centro de la estancia, un marco verde y blanco mantiene una foto de mí con un traje precioso color marfil. Subo las escaleras ya que supuestamente he venido para coger mis cosas, entro en mi habitación, con la que me identifico totalmente, puede que no se parezca a mi exterior, pero si a mi interior.
Las paredes son azules, la colcha de la cama de matrimonio que está en el centro es de rayas rojas, verdes, azules y lilas, hay un ropero blanco a la derecha, y un escritorio a la izquierda. Las paredes tienen varias fotos y un gran cuadro de la ciudad de Londres. Me acercó al ropero, cojo una bolsa y empiezo a echar dentro todo lo que pillo en el armario hasta que este se queda totalmente vacío, luego me acerco al escritorio, cogiendo solo mi diario y mi portátil. Liego voy a la estantería que está encima de la cama e intento escoger mis libros favoritos, lo cual me cuesta mucho. Salgo de mi habitación y entro en la de mi madre, Todo es blanco a excepción del edredón de la cama y las cortinas que son lilas, me acerco a su mesilla de noche, sentándome en la cama y respirando la limpia fragancia de lavanda que tanto caracterizaba a mi madre. Me inclino para coger su pulsera y me encuentro con un folio doblado por la mitad, con mi nombre en un lado.
Si estás leyendo es que tu querido padre te ha dejado volver a casa. Beatriz, no estoy muerta, apáñatelas para escaparte de las personas que están contigo y ven a encontrarte conmigo en el parque al que te llevaba de pequeña. Te quiero mi bebé.
Keila.
Definitivamente es la letra de mi madre.