Seguidores

Mis libros:

lunes, 26 de diciembre de 2011

Sin corazón. Capítulo 4.

Capítulo 4.
Me levanto de la cama sobresaltada, acabo de tener un sueño, un espantoso y terrorífico sueño, vuelvo a caer sobre la cama, es de noche todavía. Vuelvo a recordar la pesadilla, estaba en un  bosque y sin saber por qué corría, no se oía nada, solos mis pisadas y algunas que otras ramas que crujían debajo de mi cuerpo, no sabía por qué, pero estaba segura de que algo siniestro me perseguía. Me caí encima de las ramas y sentí como éstas me cortaban. Ya no podía más. Un aliento frio como él hielo me susurro a la espalda unas palabras que se quedarán petrificadas en mi mente.
-Hagas lo que hagas. Corras lo que corras, nunca escaparas de mi, ni Daniel ni tu padre te podrán salvar del destino que te espera.-vuelvo a abrir los ojos, la oscuridad ahora me asusta, enciendo la luz  y me acurruco debajo de mi manta, llorando por primera vez después de tantos años. Antes una pesadilla no me hubiera hecho llorar, pero después de que mi padre dijera quien yo era en realidad, después de que esa gente me mirara con odio, después de haber  visto a Daniel pegándole puñetazos con todas su fuerzas a un saco de boxeo en el gimnasio mientras intentaba aguantar unas lagrimas de impotencia, siento miedo hasta de mi sombra, parezco fuerte, soy sarcástica y mil cosas más, pero realmente eso solo es una estúpida fachada. No quiero tener miedo, pero sé que Daniel estaba así, no porque a él le fuera a pasar algo, sino porque me podría pasar a mí. Cierro los ojos y vuelvo a recordar, pero ahora no es un mal sueño, si no la más pura y verdadera verdad:
“-No lo entiendes, Beatriz.-decía él, parando el saco de boxeo, quitándose la camisa de la escuela que estaba empapada en sudor, dejándola en una esquina y apretando bien fuerte los guantes para volver a darle al saco. Había estado dos horas pegándole a ese saco rojo y viejo mientras yo lo observaba desde el potro.-Yo no tengo miedo por mí, yo soy lo bastante fuerte como para defenderme, pero solo estamos Arthur y yo para hacer esa tarea, si nos despistamos un momento o sale de algún lado alguien que es más fuerte que nosotros, no te volveré a ver el pelo y te aseguro que tu no volverás a ver nada.
-No te preocupes, no me va a pasar nada, ya viste lo que le hice a Úrsula, si pude con ella, podre con cualquiera.
-Beatriz, no conoces a la gente que esta haya fuera.-me mira con esos ojos verdes, con el pelo alborotado y con el pecho al descubierto y siento que algo se mueve en mi interior. Se quita los guantes, coge una toalla y se la cuelga al cuello mientras se acerca y posa sus manos en mis muslos.-Ellos pueden hacer cualquier cosa, ¿me oíste? Cualquier cosa con tal de que tu familia desaparezca. Ten cuidado, no confíes en nadie que no seamos nosotros, ¿lo entiendes?-yo asiento y él se va a la ducha del gimnasio.”
Abro los ojos sintiéndome rara, me bajo de la cama y miro por la ventana, las lágrimas siguen cayendo. Salgo de la soledad de mi habitación para encontrarme con el oscuro y frio pasillo, camino sin rumbo, sola, siento como el miedo me vuelve a invadir y me siento en el suelo, abrazándome, pensando en lo idiota que he sido saliendo de mi habitación, allí no me hubiera pasado nada, hubiera estado, sola pero en la comodidad y tranquilidad de mi espantoso cuarto. Algo me toca un brazo y suelto un grito.
-Eh, tranquila, no te voy a hacer nada, ¿estás bien? Soy Laura, ¿tú eres Beatriz, verdad?-por alguna razón los ojos amarillos de esa chica me tranquilizan. Sigo llorando, se que nada, absolutamente nada va a hacer que pare. La chica se agacha y se sienta a mi lado.- ¿Por qué lloras?-no respondo, se que ella no me va a comprender, no sabe todo lo que percibo, no sabe cómo me mira la gente, no sabe nada, pero sé que su pregunta no es como la de las demás chicas, no es para contar un chisme sino para que me desahogue de mi mal.-Ya sé, no me conoces de nada, siento ser tan cotilla, pero no quiero verte mal.-y ahí la confirmación de mis sospechas.
-¿La-laura, te importari-ria acompañar-ñarme a mi-mi habita-tación?-pregunto entre sollozos, ella se levanta, me extiende una mano, yo la acepto, ella se coloca a mi lado, y no me suelta de la mano hasta que llegamos a una habitación y sé que no es la mía porque toca varias veces antes de entrar. Alguien abre la puerta y al verme me abraza y me entra en la habitación. Sé que Laura se ha ido porque la oigo decir adiós y cerrar la puerta, la persona que me tiene entre sus brazos hace que levante la cabeza, haciendo que me encuentre con los ojos color ámbar de Arthur. Intento apartar la mirada ya que no quiero que me vea así, pero él me aguanta la cabeza con la mano.
-¿Qué te pasa?-niego ya que no quiero contárselo, me niego.-Beatriz Scarlett…
-No-no me llames po-por mi nom-nombre completo.-le corto.
-Pues dime qué te pasa, jamás pensé que te vería llorar.-me encojó de hombros e intento apartarme de él, pero es imposible, está pegado a mí como una lapa.-Beatriz, dime…
-No-no quie-quiero.
-Quédate aquí, voy a buscar a Daniel.-por fin me suelta, abre la puerta y desaparece cuando se cierra tras de sí. Miro la habitación en la cual no he estado antes, no se parece a la mía, supongo que está decorada al gusto de Arthur. Las paredes son azul claro, la cama es grande con un edredón azul oscuro, en la pared tiene fotos, en muchas sale él, las cortinas van a juego con el edredón de la cama, tiene una estantería con muchos libros encima del escritorio que es blanco y tiene un ropero del mismo color que esto último.
Caminó hasta la cama y me meto debajo del edredón que ya esta arrugado, poso la cabeza encima de la almohada y noto que tiene el olor de Arthur en el, cierro los ojos, pero las lágrimas siguen cayendo, intento pensar en que nada está mal, que ese sueño no es verdad, pero por alguna razón no me lo creo. La puerta se vuelve a abrir, no abro los ojos ya que se quien está ahí.
Alguien se mete en la cama y me abraza, ahora sí que me siento protegida, abro los ojos y no sé por qué me esperaba a esa persona en vez de a la que le pertenece la habitación.
-¿Qué te pasa?-me pregunta mirándome a los ojos, casi no puedo distinguir nada de su cara por culpa de las lágrimas. Niego, ya que sin saber porque un nudo me presiona la garganta. Acurruco la cabeza en su pecho, intentando que no vea mi cara, pero me siento patética, tanto si la mira como si no y aunque sé que en sus brazos voy a estar más segura que en cualquier lugar de este planeta, me aparto y me levanto de la cama. Arthur me mira impotente y yo me siento como una bruja por ser así con ellos, que aunque apenas me conocen, han hecho lo imposible para que esté bien. Salgo de la habitación esquivando a Arthur, este intenta cogerme, pero le cierro la puerta en las narices y salgo corriendo. No pienso en que estoy sola, no pienso en que realmente esto no tiene sentido ya que yo nunca he querido estar con gente, no pienso en que soy idiota por tenerle miedo a una pesadilla y a todo lo que me rodea, no pienso en nada, solo corro hasta que llego a la entrada del internado abro las puertas y salgo fuera, pero al ver todo lo que me rodea me vuelven las lagrimas con más fuerza, yo no había visto la parte exterior del edificio y al reconocer el lugar un escalofrío me recorrió la columna vertebral.
Mi pesadilla, la voz, el bosque oscuro, todo estaba ahí, las palabras de aquel ser volvían a mi mente y cuando alguien me arrastra dentro del edificio un grito se cuela entre mis dientes y caigo al piso.
-¡Por dios, Beatriz! ¿Qué te pasa?-me tiro en sus brazos y me arrepiento de haber salido de sus brazos hace un rato.
-Odi-dio este lu-lugar. Odi-dio sentí-tirme así. Odi-dio te-tener mie-miedo. Odi-dio ne-nece-cesitarte.-digo muy a pesar de mi, el me levanta en brazos y me lleva a mi habitación, me mete debajo de la manta, apaga la luz, se sienta en la cama, se quita los zapatos y se mete conmigo en la cama, abrazándome por detrás y haciendo que el sueño venga a por mí enseguida.
-Cada vez que tengas miedo, cada vez que necesites a alguien, para cualquier cosa, siempre llámame a mí, que seré cualquier cosa que tú necesites.-las palabras de aquella voz espeluznante fueron sustituidas por las palabras de la voz más dulce que jamás han utilizado para alguien.
-Beatriz, venga levántate que llegamos tarde.
-Uhmm, mamá cinco minutos más…
-¿Qué?-me doy la vuelta y veo a Daniel con los brazos cruzados y una ceja levantada, yo suelto una carcajada y él otra. Me doy la vuelta y saco un pie y luego otro de debajo de la manta, abro el ropero y saco me bolsa.-Si quieres puedes seguir.-dice mientras me estoy bajando los pantis del pijama, según oigo eso vuelvo a poner sus pantis en su sitio y lo miro.-No, no, por favor no pares, tienes buen culo.
-¿Sabes que solo lo hice porque estoy media sobada, no? Porque en mi sano juicio no me quitaría la ropa delante de ti.-el se ríe y se da la vuelta.
-Puedes cambiarte, no miro.- voy hasta donde esta él y lo echo a empujones de mi habitación. Cierro la puerta, me visto, salgo y me tropiezo con algo en la entrada.-No has tardado mucho.-dice mirándome desde el suelo.
-No, yo soy rápida.-se levanta y me mira.
-Serás rápida, pero me gustaría saber cuándo te vas a poner el uniforme.
-Si quieres me lo pones en mi entierro.-digo con una sonrisa sarcástica.
-Me gusta más verte así.
-Ya y a mí, el negro es el color que mejor me queda.-suelta una carcajada.
-No lo decía por eso, me refiero que me gusta más verte haciendo bromas, que verte llorar.
-Ah, eso, a mí también me gusta más.-entramos en el comedor y Úrsula se levanta y se empieza a reír.- ¿Qué te pasa ahora, Barbie de porcelana?
-Me pasa que estoy viendo a una niña llorica, ¿Qué te pasa, echas de menos a tu mamá?-intento contestarle, pero Daniel me pone una mano en la boca y me saca de ahí.
-Me gustaría decirle un par de cosas, y además tengo hambre.-el me tira un bocadillo y me lo voy comiendo camino a clase. La campana suena y todo el mundo va entrando en clase, cuando voy a entrar, Daniel me agarra de una mano y me estampa contra la pared y se queda mucho tiempo mirándome a los ojos, yo lo miro y por alguna razón me entran ganas de besarle.
-¿Qué haces?-le pregunto entrecortadamente.
-Algo que quiero hacer desde hace mucho tiempo.-contesta mientras estampa sus labios sobre los míos, haciendo que mi cuerpo tiemble.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Sin corazón. Capítulo 3.

Capítulo 3.
Me deposita en el suelo de una clase que hace rato ya que ha empezado, una mujer está delante de toda la clase explicando algo y se gira cuando ve que Arthur va a sentarse en su sitio intentando no hacer ruido. Daniel no se mueve de mi lado y me da un ligero apretón en la mano derecha, haciendo que me sobresalte debido a su contacto inesperado.
-Hola.-dice con una sonrisa, había pensado que se iba a enfadar, pero me he equivocado.
-Hola.-contesto quedamente, sintiéndome rara hablando delante de tantas personas, la mujer de pelo castaño se acerca a mí y posa una mano en mi hombro.
-Tú debes de ser Beatriz.-yo asiento y me pregunto cómo sabe eso.-Encantada, yo soy Luna, la profesora de control de tierra y la madre de quien parece que te ha llevado a rastras hasta aquí.-la clase suelta algunas risillas.
-Si no sueltas que eres mi madre no estás contenta ¿verdad?-miro como asiente Luna y veo que tiene exactamente el mismo color de ojos que Arthur y Kate. Su rostro es muy joven y se parece muchísimo a sus hijos, por no decir que ella puede ser sin ningún inconveniente la hermana mayor, aunque seguramente pasa los treinta y cinco.
-Arthur, solo se lo digo para que sepa a quien tiene que avisar si intentas hacer algo raro.-dice ella con una voz muy inocente. Definitivamente ya sé de quién saco el sentido del humor Arthur.
-Como si fuera un pervertido…
-Esa conclusión la has sacado tu solito, yo no me refería a ese tipo de cosas.-comenta ella.-Después de eso que acabas de decir, a saber que le harás a la pobre Beatriz.
-Que graciosa eres mamá, me parto el culo contigo.-Luna se encoge de hombros.
-Vuelvo a ti.-me mira y observa la clase, buscando algo.-Puedes sentarte al lado de Miriam.-dice señalando un sitio al lado de una chica de pelo negro, liso y con una moña recta por encima de los ojos, estos últimos son grandes, y de un color un tanto extraño, azules, tirando más al lila y con una especie de dibujos abstractos de color verde y azul claro, luego veo que sus labios son finos y que tiene una piel clara, es muy guapa, pero veo que no quiere pretender algo que no es, con solo observarla desde mi asiento. Agacho la cabeza ya que ella me ha pillado, pero noto que me dedica una sonrisa. No estoy acostumbrada a sentarme junto a alguien, ya que normalmente siempre estaba sentada a la punta de atrás, sola con mis pensamientos y también con los otros marginados sociales de la clase.
-Luna.-llama una voz que me resulta familiar.- ¿Por qué está esta cosa aquí? Es clase baja.
-Úrsula, respeta y además son asuntos que a ti no te incumben.
-Pero es incomprensible, aquí solo estamos los veinte primeros de la lista. Seguro que ni siquiera sabe utilizar la telequinesia que es una de las cosas más sencillas. Ella nunca ha estado aquí y yo llevo desde los tres años. No se puede poner a alguien como ella, de las que menos poder tiene y de las que encima no sabe utilizarlo, aquí, con Daniel o conmigo, ni siquiera le llega a la suela de los zapatos Madeleine.
-Úrsula, deja de despreciar.-se mete en la discusión Daniel, y da un golpe en la mesa para que acabe ya.
-¡¿Por qué la proteges tanto?! ¡No lo entiendo! Casi ni la conoces y la tratas como si fuera algo de gran valor. Es solo una estúpida.
-Mira Barbie de porcelana, he intentado aguantarme, pero como vuelvas a soltar un solo insulto de tu boda de trucha asquerosa, te parto la cara y todo lo que coja.-levanto la cabeza y la miro por primera vez a los ojos, el iris es entre azul y rosa, y rodeando a la pupila un rosa intenso hace que quieras bajar la mirada. Los ojos son la puerta del alma y estoy segura de que Úrsula es un demonio por dentro en todas las condiciones. Su pelo marrón, cae encima de los hombros en rizos, su piel es blanca y sus labios son rosas y tienen una capa de brillo encima, es alta, y tiene la figura de una modelo. Seguramente por estas cualidades físicas es por lo que se cree tanto.- O sea ¿lo captas?-digo haciendo un movimiento de cabeza, como suelen hacer las niñas pijas en la televisión. Oigo una risa escandalosa que aunque la he escuchado pocas veces, ya sé perfectamente de quien es.
-¡Arthur, cállate!-chilla Úrsula. Suelta aire por la nariz y sin saber porque, se me da un aire a un toro que está a punto de lanzarse sobre el torero.- ¡Yo la mato!- y se abalanza sobre mí, sin intentar uno de sus truquitos, solo intentándome estrangular con sus propias manos. Sus manos encuentran mi cuello, pero justo cuando empieza a aplicar fuerza sobre este, sale disparada hacia el techo.- ¡Daniel suéltame!-me incorporo, mirando con furia a Úrsula y baja un poco y con gran velocidad vuelve a estamparse contra el techo. Algo me toca el hombro y veo que es Arthur, veo que está preocupado, luego miro a Daniel y veo que en su rostro hay desconcierto y fascinación, clava sus ojos en los míos.
“Bájala” es como un susurro en mi mente.
“¿Daniel?”
“Beatriz, bájala.”
“No soy yo.”
“Si, si que eres tú, si fuera otra persona, Úrsula podría bajar o incluso la podría bajar yo, pero eres tú quien la tiene ahí arriba, eres la única aquí que tiene tanto poder como para que yo y Úrsula queramos bajarla y no podamos hacerlo.”
“Pero lo que tú estás diciendo no tiene sentido, porque yo no sé utilizar mis poderes y mucho menos sé como bajarla.”
“Beatriz, los poderes se activan cuando sabes de su existencia y como no los sabes utilizar solo van a aparecer cuando sientas alguna amenaza, ahora lo único que tienes que hacer para bajarla es, primero relájate y respira y luego intenta que tu odio hacia ella desaparezca e imagina que está descendiendo, venga, inténtalo.”
Miro a Úrsula, ahí arriba, sobre mi cabeza y sin darme cuenta una sonrisa se desliza sobre mis labios, pero enseguida me doy cuenta de que eso está mal, le echo un vistazo  a Daniel, que está un poco inquieto por no ser capaz de ayudar a Úrsula, me siento un poco culpable, pero en el fondo me estoy riendo de ella porque realmente se lo merece. Me giro para encontrarme con los ojos color ámbar de Arthur y siento como clavando mis ojos en sus ojos, me voy calmando, intentando respirar tranquilamente y visualizar a la Barbie en el piso. Arthur sonríe para darme ánimos ya que creo que sabe lo que estoy intentando hacer y eso me ayuda.
-¿Has tardado un poco y tal, no?-se que está en el piso cuando oigo eso, ¿encima que la bajo se pone así? De verdad, las cosas que tengo que aguantar de una Barbie desfasada.
-Al menos te he bajado.-dice Daniel cortándole.
-Ya, vale.
Pasan las horas y llega el almuerzo, una hora que creo que no es muy buena para mí. Entro en el comedor y veo que mi padre está sentado en una mesa al fondo de la estancia con un montón de hombres y mujeres más bien mayores, entre ellos Luna.
-¿Siempre almuerzan con nosotros?-le pregunto a Arthur, ya que Daniel se adelantado.
-No, solo los viernes.
-¿Por qué tengo que empezar un viernes?
-¿No tenía ganas de ver a tu padre?
-¿Yo? ¿Tú qué fumas?-suelta una carcajada tan ruidosa que se oye por encima de todos los murmullos y mi padre me mira. Me da una ojeada y niega con la cabeza.- ¿Por qué hace eso?
-No llevas el uniforme y es una de las normas sagradas de la escuela.
-Pues que no se haga ilusiones porque eso yo, no me lo pongo ni muerta.
-Acabaras poniéndotelo, ya verás.
-¿Tienes un nido de pájaros en los oídos o algo? ¿Qué es lo que no entiendes de que no me lo pongo ni muerta?
-No conoces a tu padre enfadado, da miedito, miedito.-sonrío al ver su cara y el sonríe conmigo.-Deberías sonreír más a menudo, eres preciosa.-me ruborizo y bajo la cabeza, es la primera vez que alguien me dice algo así y como muchas cosas últimamente me resulta extraño. Yo y Arthur nos ponemos en una cola para elegir comida, cojo una ensalada, una botella de agua, un yogurt y un trozo de lo que parece ser un filete a la plancha. Nos sentamos en la mesa y observo que ya no queda nadie cogiendo comida. Mi padre hace un gesto con la mano y todos se levantan, hacen una reverencia y se vuelven a sentar. Yo miro todo desde el asiento que tengo entre Daniel y Arthur. En frente, después de no haberla visto en todo el día, veo a Kate que está hablando entre susurros con otra chica de ojos amarillos.
-Hola a todos, hoy, como todos los viernes, hablamos de los conflictos que hay tanto dentro como fuera de este establecimiento, pero antes, me gustaría presentaros a todos a una nueva alumna: Beatriz Scarlett McClain. Ven, acércate.-maldigo a mi padre en un susurro y me levanto, miro a las personas que están sentadas ahí, y sé que a la mayoría no les importo y menos, porque como dice Arthur, soy de clase “baja”.- Esta es Beatriz, mi hija.-de repente oigo unos gritos y un fuerte golpe en una mesa, miro a mi alrededor y veo que Daniel está levantado y con las manos sobre la mesa, su bandeja ha volado y le ha caído de lleno a un chico encima, pero al ver quien la tiro se sienta e intenta quitarse los espaguetis con una servilleta.
-¡Quedamos en que no se lo íbamos a decir a nadie!-grita Daniel, algo desesperado.
-Tú solo te encargas de cuidarla, lo demás me lo dejas a mí.
-Así me va a resultar más difícil esa tarea, sabes perfectamente que hay personas que juegan a dos bandos aquí y te recuerdo que con Goliat y esa gente, yo tengo poco que hacer.
-Daniel, solo preocúpate de cuidarla de la gente de aquí, y esta discusión ya ha acabado.
-¿Cómo va a ser tu hija? No tiene tus ojos.-pregunta Úrsula, y sin que mi padre me diga nada, me quito las lentillas y la miro a la cara.
-Existen las lentillas.-digo enseñándoselas, Úrsula abre los ojos y baja la cabeza humilladla y en ese momento, me siento muy poderosa, y me gusta la mucho esa sensación, aunque algo dentro de mi me dice que la cosa no va a durar mucho más.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sin corazón. Capítulo 2.

Capítulo 2.
Abro mis ojos al sentir que la luz entra por la ventana, me incorporo y miro a mí alrededor, no ha sido un sueño. Estoy en un horrible lugar con mi espantoso padre. Me  levanto de la cama y me siento en una silla que hay junto a un escritorio y miro la estancia, las paredes son beis y todos los muebles de madera oscura. Tengo una ventana justo detrás del escritorio, que está tapada con una cortina blanca. Las cosas en ese lugar parecen no tener vida. Estoy segura de que si dejan a alguien ahí más de veinticuatro horas, se vuelve loco.
Me levanto de la silla porque me rujen las tripas, no recuerdo cuando fue la última vez que comí. Miro mi ropa y veo que tengo mis pantis negros, y mi chaqueta negra. Abro el ropero para encontrarme con un montón de faldas color azul marino con rayas verdes y camisas blancas. Aparto la mirada rápido antes de que me quede ciega con esa ropa tan espantosa. Y entonces cuando estoy a punto de cerrar las puertas, una aza de una mochila me lo impide, la saco del ropero y cuando bajo la cremallera una sonrisa, poco frecuenta, las cosas hay que decirlas, se estampa en mi cara, mi ropa, no toda pero más o menos la mitad está ahí. Saco unos vaqueros negros, unas bragas, un sujetador y una camisa, pero al momento me doy cuenta de que no sé donde está el baño, así que vuelvo a meter las bragas y el sujetador en la bolsa y busco mi cepillo que lo encuentro a la punta de abajo.
Salgo de la habitación ya preparada, bajando la cabeza y poniéndome la capucha. No sé a dónde dirigirme, pero mientras camino oigo un murmullo y mientras más camino más se oye, después de un rato encuentro unas escaleras, las bajo y me encuentro con una enorme entrada, con un montón de retratos de personas con exactamente el mismo color de ojos que yo. Vuelvo a bajar la cabeza y enfrente veo unas enormes puertas, pero supongo que ahí no es a donde tengo que ir porque de ese lugar no procede ningún ruido, doy una vuelta en redondo buscando otra puerta y veo que justo al lado de la puerta grande hay otras dos escaleras, aparte de las por la que yo baje que estaban escondidas en una esquina. Vuelvo a girar y justo a mi derecha hay otra puerta de la cual si que sale ruido.
Las abro y veo que hay mucha gente desayunando, todos se giran  y se sorprenden al verme a mí. No me muevo, no sé qué hacer, no quiero levantar la cara, no quiero que me vean, pero necesito saber donde están Daniel o Arthur.
-¿Y tú quien eres?-pregunta alguien colocando su mano encima de mí, es una voz de chica, y para mi desgracia estoy segura de que se cree superior a mí.
-Y a ti que te importa, además no me toques.-dije desasiéndome de su mano
-¿Encima de que interrumpes nuestro desayuno me contestas de esta manera?
-Mira yo no tenía intención de interrumpir a nadie solo estoy buscando a…
-No me importa a quien estés buscando, seguramente no está aquí, esto es una escuela privada y no entiendo cómo has llegado a este lugar, así que ahora mismo puedes ir saliendo por la puerta.
-¿Y si no quiero, que me vas a hacer?
-Fácil.-contesta y sin tocarme si quiera llego a la mitad de la estancia, estoy flotando y  suelto un gemido cuando caigo en picado al suelo y mi espalda cruje.
-¡Úrsula!-la chica se gira y la sonrisa que tiene en la cara se ensancha.
-Hola Daniel, solo estoy sacando la basura.-Daniel le echa una mirada furibunda a Úrsula.- ¿Qué te pasa Daniel?
-Mejor cállate, ¿Beatriz, estás bien? ¿Por qué no llevas el uniforme?
-Yo y las faldas no nos llevamos bien y menos aun si no es negra.-Arthur que estaba detrás de Daniel, se acerca a mí y me da la mano, cuando le miro a la cara tiene una ceja alzada, su cara me hace tanta gracia que aunque no me suelo reír, no lo puedo aguantar y suelto una carcajada.
-¿La conoces?
-Sí, es una de los nuestros.
-¿De qué clase?
-Baja.-contesta demasiado rápido.
-¿De qué están hablando?-le pregunto a Arthur.
-Después te lo digo, ahora tienes que venir conmigo.-asiento, pero cuando él me coge de la para sacarme de allí me vuelven a sonar la tripas, él se gira y me mira, luego mira a Daniel.- ¿Daniel, me harías el favor de traerle algo de comer a esta chica?-Daniel me mira y asiente. Le echo un vistazo a Daniel antes de irme, y por alguna razón ciento que es distinto conmigo que con los demás. De repente esta tan serio y después está más comprensivo…-Ten cuidado con Úrsula, es… ¿Cómo decirlo?
-¿Creída, pija, estúpida…?
-Sí, sí, eso también, pero sobretodo muy vengativa y celosa y estoy casi seguro de que te va ha hacer pagar por lo que acaba de pasar.
-¿Qué? ¿Pagar? ¿Yo? Pero si no le he hecho nada.-suspiro.-Me cae mal y eso que no la conozco.
-Pues cuando la conozcas no la vas a querer ni ver.-pongo los ojos en blanco.
-¿Y se va a vengar por lo que le dije?
-Si fuera por lo que le dijiste, el lanzamiento por los aires hubiera bastado, pero se metió Daniel y….
-¿Qué tiene que ver que se metiera Daniel?
-Úrsula lleva desde que lo conoció detrás de él, pero Daniel no le hace ningún caso. Él te acaba de defender y ella como es una de las más poderosas de aquí está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere y le jode y mucho que la nueva que encima es de clase “baja”-dice baja haciendo comillas en el aire.- reciba más atención de él que ella.-yo asiento.
-¿Por qué dices “baja”?-pregunto haciendo el gesto que él había hecho.
-¿No está claro?-yo niego.-A ver, aquí hay como una especie de ranking de poder, supuestamente primero esta Daniel, después Úrsula, después mi hermana y yo, luego Miriam, las lacayas de Úrsula que son las hermanas Valeria y Roxana y después sigue por ahí para bajo, ¿sabes? Hay como quinientos alumnos aquí no te los voy a decir todos, pero lo que nadie sabe, si no el señor, Daniel, mi hermana y yo es que hay una persona que esta antes que Daniel y esa persona…-entramos en mi habitación y cierra la puerta.- eres tú.-abro la boca ya que no me entero de lo que está hablando.
-¿De qué hablas de poder? ¿De personas que son más populares o algo? Porque si es de eso te aseguro que yo debo de estar a la punta de debajo de esa lista.-Arthur suelta una carcajada muy escandalosa que hace que resuene en mis oídos.
-¿De qué te ríes, Arthur?-pregunta Daniel que acaba de entrar.
-De nada.-le dice.-A ver, Beatriz ¿tú sabes algo de tu padre, o de alguno de nosotros?
-No, para nada.
-Esto va a ser divertido.-dice con ironía Arthur y Daniel lo fulmina con la mirada.
-Beatriz, ¿Tienes idea de cómo te levantó Úrsula?
-La verdad es que no, pero te agradecería que dejaras de hablarme como una niña pequeña, que ya soy mayorcita.
-Te hablo así porque no sé cómo te vas a tomar lo que te voy a decir ahora.-asiento no muy convencida.- ¿Crees en la magia?
-No, sí venga y en los unicornios también.-Arthur vuelve a soltar una carcajada, pero esta es mucho más estrepitosa y acaba encima de la cama dando pataletas, como si no pudiera controlar su cuerpo.
-Arthur, para, que esto es importante.
-¿Pero es que tú has oído lo que acaba de decir y su tono de voz?-pregunta mientras se quita las lágrimas de los ojos, Daniel no aguanta más la fachada de chico serio y maduro y empieza a reírse él también, sentándose en la cama.
-Pues yo, no le veo la gracia.
-¿Cómo vas a comparar los unicornios con la magia?-pregunta Arthur, dejando de reír y acostándose en la cama boca arriba.
-Pues fácil, los dos son ficticios.
-¿Qué ves tú de ficticio en esto?-pregunta Daniel, levantándose de la cama. Sube una mano a la altura de mi cara y la mueve. Mi boca se abre al ver que de la nada sale un arco de fuego.
-No, no, no, no, no, no, no, no, no, no. Tengo que estar en un sueño, es imposible que de un día para otro mi vida cambie tanto.-suspiro.-Si ese fuego es de verdad yo soy la reina de Roma.
-Hola alteza.-dice Arthur dando un brinco de la cama y haciendo una reverencia.
-ja, ja, ja.-digo.
-¿Te lo crees?
-¿Me queda otra?
-No.-contestan los dos a la vez y como no, mi barriga se volvió a quejar.
-Voy a traerte algo de comer.-dice Daniel. Sale de la habitación y me quedo sola con Arthur.
-¿Conocías a tu padre? Me refiero, antes de encontrártelo.
-No, ni siquiera sabía nada de él, pero supongo que cuando miras a alguien a los ojos y vez que son iguales que los tuyos, sabes que es tu padre.
-¿Qué sentiste cuando lo viste?
-Rabia, yo nunca quise conocerlo, y ahora encima me trae a un sitio en el que no encajo, un sitio en el que no conozco a nadie y no se quienes son mis amigos y quienes son mis enemigos.- me paro a pensar, ¿amigos? Nunca los había tenido, no entiendo porque digo esa palabra. Si nunca los he tenido, ¿para qué quiero sabes quién es quién?
-Yo soy tu amigo, yo jamás te haría daño, puede confiar en mí para todo, Beatriz…-para y me mira.- Bueno y Daniel también es tu amigo, o más o menos.-sonríe.
-¿Por qué lo dices?
-Porque él nunca le sonríe a nadie y todo el mundo le tiene respeto.
-Pues bien que se rió antes.
-Si te digo la verdad es la primera vez que lo oigo reír.
-¿En serio?
-Sí, pero la verdad, cualquiera no se ríe con lo del unicornio.-vuelve a soltar otra carcajada. Yo lo miro mientras se ríe y por alguna razón, echo de menos a mi madre y sé que aunque voy a hacer mi primer amigo y que va a ser de por vida, lo voy a pasar muy mal por estar en este lugar.
-Ah, case se me olvida, Beatriz, ponte estas lentillas para que nadie sepa quién eres, nunca salgas sin ellas ¿de acuerdo?-asiento las cojo, me acerco al espejo y me las pongo.
-Venga, come rápido que hay que ir a clase.-dice Daniel entrando por la puerta y entregándome la bandeja con comida.
-¿Qué hay que ir a donde?
-A un sitio que es muy divertido y se aprende.
-Si quieres puedes utilizar un poco de esa magia que me enseñaste antes y matarme, no tengo ningún inconveniente.
-Vamos, o te juro que te llevo como a un saco.-dice Arthur.
-Atrévete.
-As sido tú la que me lo ha dicho.-se levanta de la cama y me levanta, colocándome en el hombro como a un saco y sacándome de la habitación, como si no pesara nada.-¿Estas cómoda?
-¡Noooooo! ¡Bajaaaameeee!
-Hasta que no lleguemos a clase olvídate.-oigo una risa procedente de uno de los lados y veo que es Daniel, me mira y me dedica una preciosa sonrisa con los dientes totalmente blancos y perfectos, haciendo que mi corazón   de algún modo se ponga en funcionamiento por primera vez en mi vida, pero al ver que solo fue un momento y que no vuelve a pasar, doy por sentado de que fueron cosas mías. Pongo mi cabeza como estaba originalmente, esperando que no haya notado nada de lo que pasa en mi interior.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Sin corazón. Capítulo 1

Capítulo 1.
Miro mis botas mientras camino por el pasillo del instituto, no levanto la cara, no quiero que nadie me vea, creo que solo me han visto la cara mis profesores y porque me obligan a hacerlo. Llego a mi taquilla y dejo los libros dentro, alguien me empuja, pero decido pasar y seguir por mi camino.
-Eh, tú, rarita, no pases de mi.
-Sí te refieres a mí, tengo nombre y te aseguro que no es ese.-sigo caminando sin hacerle más caso, pero parece que los chicos como éste no saben hacer más que meterse con los demás y me agarra de la mano fuertemente.
-¿Qué demonios quieres?
-Dicen que nadie, jamás ha visto tu cara, ¿tan fea eres que tienes que ocultar tu rostro?-intenta apartarme el pelo de la cara, pero lo alejo de un manotazo.
-¿Qué tal si vas molestar a otra?
-No, verás, he hecho una apuesta.-genial, no se iba a ir.-Y esa apuesta consiste en que yo y todos los que están aquí presentes vean tu cara.-en ese momento escucho unas carcajadas, seguramente les había costado mucho mantenerse en silencio durante todo este tiempo. Como había dicho antes, la gente me tiene miedo, pero al ver de refilón al chico que me tiene sujeta del brazo izquierdo se porque este se atreve a meterse en mi camino.
-¿Mark, no deberías estar con las animadoras en vez de estar jodiendo la paciencia?
-¿Sabes quién soy?-era bastante difícil no saber quién era, todas las chicas del instituto se pasaban la vida suspirando por él, aunque yo la verdad no entendía la razón, solo era un musculitos sin cerebro que le encantaba burlarse de la gente y al parecer hoy me toca a mí.
-Sí, el gato con botas.-digo y tiro de mi mano.-Ah, no, perdón, eso es un insulto para él, incluso el gato con botas es más valiente que tú, si no te importa me gustaría irme y tu deberías de hacer lo mismo, musculitos sin cerebro.-seguramente mis palabras lo hieren ya que me coge de la mano y me mete en el baño de los chicos.
-A quien se le ocurra entrar de la puerta para dentro, le corto los huevos.-grita antes de cerrar la puerta tras de sí. Luego me mira y veo como está empezando a calentarse.-Mira bicho raro, ¿quién te ha dado permiso para contestarme?
-¿Te crees un dios o algo? Porque si te digo la verdad solo pareces un adolescente con ganas de fiesta.-me estampa contra  la pared y me quita el pelo de la cara, intento apartarme, pero me agarra muy fuerte y al final sus ojos se encuentran con los míos y en ese momento siento  que todo mi ser se queda expuesto. Su boca se abre en una enorme “O”. Lo empujo aprovechando su estado de shock y salgo por la puerta, colocándome el pelo, colocándome la capucha y agachando la cabeza. Salgo del infierno al que suelen llamar instituto y camino hasta llegar a mi casa, al llegar allí alguien me vuelve a coger de la mano, me giro e intento darle con la otra.
-No intestes nada, cariño, yo no soy como ese chico de la escuela.-la voz profunda y ronca me resulta familiar, pero estoy segura de que no la he escuchado nunca.- ¿No me reconoces? ¿Tu madre no te ha hablado de mi?-y en ese momento las dudas que tenía hacia esa persona que me está agarrando el brazo se esfuman.
-Suéltame.-susurro pero lo único que consigo es que la mano fornida que tiene cautiva a mi muñeca, apreté más haciendo que suelte un chillido.
-Tú a mi no me mandas, cariño.-levanto la cabeza, encontrándome con mis ojos, aunque realmente son los de él.- ¿Sorprendida? Arthur.-llama a alguien.-Súbela en el furgón.
-¿A dónde vas, señor?
-A hablar con alguien.
-¡Ni se te ocurra acercarte a ella!-grito.- ¿Me escuchaste? No te acerques…-el tal Arthur me sube a la furgón y cierra la puerta.
-¿A dónde me llevan?
-Hola a ti también.
-Arthur, no intentes ser amable.-oigo una voz de chica.
-Katherine, cállate.
-No me llames así, imbécil.
-Callaos los dos.-esa voz era nueva, no era la de mi padre, de eso estaba segura. Levante la cabeza y vi que en frente de mi habían dos chicos, uno con los ojos cerrados al lado de la ventana y el otro estaba en frente de mi y como había pasado con Mark hacia una media hora, abre la boca y los ojos casi se le salen de las orbitas.
-Arthur, ¿sabías que después de abrir la boca hay que volverla a cerrar?-la chica suelta una carcajada, riéndose de su propio chiste.
-¿La has visto?
-¿El qué?
-A ella.
-Sí, está ahí sentada.-los cometarios me parecen cada vez más estúpidos.
-No, Katherine, su cara.
-¡No me llames así!
-¿Te podrías quitar el pelo de la cara?-me giro sin hacerle caso y pongo mi cara a salvo.-Por favor.-alarga su mano en mi dirección.
-Como  te atrevas a tocarme el pelo, no sé ni lo que te hago.-oigo una risa escandalosa que procede de mi lado izquierdo.
-Cuidado Arthur, que muerde.
-Katherine, cállate. ¿Arthur que quieres enseñarnos?
-Si se quitara el pelo, lo entenderíais.-de repente, sin quererlo, mi cabeza se alza y mi pelo se hace hacia atrás. En este momento puedo ver a las tres personas que están alrededor de mi. Una chica de pelo marrón muy claro, casi rubio y ojos del mismo color, sus ojos son como los de un gato, de un color ámbar, tiene una marca de  alguna caída en el lado derecho de la cara, que la tapa con el flequillo, sus labios son anchos, nada comparado con los míos, después, enfrente de mí un chico muy parecido a ella, seguramente son mellizos, solo que él tiene los rasgos mas característicos de un chico y no tiene la marca de la chica. Y a la derecha del que supongo que es Arthur hay otro chico de pelo oscuro, que tiene los ojos más verdes y bonitos que jamás he visto, tiene una nariz recta pero gruesa y unos labios finos, pero son más gruesos que los míos, tiene una mano encima del hueco de la ventana y con esa mano sujeta su cabeza.
-Tiene sus mismos ojos.-dice Katherine, intento bajar mi cabeza, pero no puedo.
-Déjalo, no te va a servir de nada.
-¿Qué estás haciendo?-le pregunto.
-Solo intentando que no bajes la cara.
-¿Por qué?
-Porque no entiendo por qué tú tienes sus ojos, nadie los tiene, solo los puede tener su heredero, a no ser que tú seas su…
-¿Hija?-pregunta Arthur sorprendido.- ¿Daniel, eso es posible?
-De él sabemos muy poco, solo que es nuestro maestro.
-¿Pero ella? ¿Una chica a la cual viene a buscar no se… quince o dieciséis años después?-pregunta Katherine irritada.
-Se parecen.-contesta Arthur.-De eso no hay duda.-Daniel se pone recto en su asiento y estira la mano hacia mí, alcanzando mi muñeca, pone el dedo incide y corazón encima e intenta buscar algo que yo no tengo.
-Pierdes el tiempo, nadie nunca lo ha encontrado.
-No tiene pulso.-afirma Daniel.
-Te lo he dicho.
-Eso quiere decir que no tiene corazón.-dice Katherine sin sorprenderse mucho, como si eso fuera normal.
-Definitivamente es su hija.-declara Daniel.
-La magia corre por sus venas.-le sigue Arthur.
-Es una sin corazón.-termina Katherine.
-¿Magia? ¿Sin corazón? ¿De qué demonios habláis?-la puerta de la furgoneta se abre y el asiento que está al lado de Arthur es ocupado por él.
-Dejad de hablar de cosas que ella no entiende.
-¿Se lo vas a contar?-pregunta Daniel, parece que es el único que no ha perdido la compostura con la presencia de “Mi padre”.
-Es mi hija, tiene que saber las cosas de la familia, ¿verdad, Beatriz?-trago saliva, odio las palabras hija y Beatriz en la boca de ese hombre.
-No me llames así.
-Bueno, como quieras.-mete la mano dentro del bolsillo y cuando la saca veo que tiene algo brillante en ella.-Tu madre me dio esto para ti.-y lo tira, cae en mis manos y entonces veo que es su colgante.
-¿Por qué me separas de ella?
-Porque tú eres demasiado especial como para estar a su lado, eres mi hija quieras o no, y hay mucha gente que te quiere únicamente por esa razón.
-Hablas como si me estuvieras salvando y estoy segura de que esa no es tu intención.
-No, aparte de eso te necesito, eres la última de nuestra especie y como alguien me mate a mí, luego irán a por ti.
-¿Por qué?
-La gente solo quiere poder, y tu padre tiene mucho.
-Tu padre y tú podéis destruir el mundo si queréis.-habla por primera vez Arthur desde que “Él” se subió al coche.
-Arranca.-le ordena mi padre a alguien que no consigo ver. El coche arranca y me despido de mi casa, ya que se que no la voy a volver a ver en mucho tiempo.
-¿A dónde me llevas?-pregunto colocando el colgante de mi madre en uno de mis bolsillos.
-A tu nuevo hogar, por supuesto.-contesta con una sonrisa, la cual no hace que me tranquilice.
-¿Y eso es…?-pregunto desesperada.
-Ya lo sabrás cuando lo veas.-contesta Daniel tajante, me da la sensación de que no le gusto mucho o puede que no le guste la gente en general.
Arthur saca unas cartas, la verdad no he visto de donde las ha sacado.
-¿Alguien juega?-nadie contesta.- ¿Nadie? Venga, por favor que el camino es muy largo.
-Yo juego, pero cállate.-contesta su supuesta hermana, ya que todavía no lo he confirmado.
-¿Beatriz, tu juegas?-me pregunta el chico que hay en frente de mi con ojos suplicantes, levanto una ceja y Katherine se ríe.
-Me da que eso es un no, Arthur.
-¿Al menos me podrías cambiar el sitio?-no me gusta la idea de estar entre las dos personas más antipáticas del furgón, pero ya que no juego con Arthur y él ha sido la única persona que me ha tratado bien y ha intentado ser amigable conmigo, no me puedo negar. Me levanto con cuidado, ni siquiera le he dado una respuesta pero al ver que me estoy levantando, él hace lo mismo y justo cuando ya estoy de pie el coche pasa por una curva, Arthur me intenta agarrar pero me resbalo de sus manos  y cuando pienso que me voy a llevar una buena, alguien me agarra, pienso que es Katherine que es la única que está pendiente de nuestro cambio de sitio, pero cuando miro a la persona que me ha agarrado y me ha llevado hasta él, me quedo con la boca abierta.
-Gracias.
-Un placer.-dice mientras me suelta y vuelve a poner un brazo en el hueco de la ventana, y posa su cabeza en la mano. Me levanto del suelo de terciopelo del furgón y me siento en que era el sitio de Arthur.
-¿Estás bien?-pregunta este al que acabo de nombrar.
-Sí.-miro a Daniel, quien vuelve a tener los ojos cerrados, como si no me acabara de salvar. Me acomodo en el sillón y miro la partida de Arthur y Katherine y como no se que más hacer les pregunto que sin son mellizos.
-Por desgracias sí. La verdad no entiendo porque tengo que aguantar a este idiota todos los días de mi vida, si no fuera porque cuando estamos juntos tenemos el poder completo, te aseguro que no estaría con él.
-¿No te gusta tener un hermano?-pregunto eso, aunque tengo ganas de preguntar que qué es eso del poder completo, pero sé que teniéndolo a “Él” a mi lado no me lo van a contar, o al menos no de momento.
-Sí y no, la verdad es que no lo aguanto, pero no se qué haría si no lo tuviera.-Arthur esboza una sonrisa triunfal.-Quita esa sonrisa de la cara, que seguro que te pasa lo mismo conmigo.
-Sí, yo tampoco sé que haría sin ti.-pasa el tiempo y siento que el sueño viene a por mí ya que el aburrimiento es insufrible. Y cuando siento que solo han pasado como cinco minutos alguien me toca en el hombro y aunque noto que me tocan, no quiero abrir los ojos porque sé que la visión que me encuentre al abrirlos no me va a gustar. De repente no siento que el sillón ya no está debajo de mi y que alguien, no sé quien me está levantando. Abro un poco los ojos para encontrarme con los ojos verdes de Daniel.
-Puedes volver a cerrar los ojos si eso es lo que quieres, te aseguro que podrás volverlos a abrir, no te voy a hacer daño, te voy a llevar a tu nueva habitación.
-¿Por qué mi padre me necesita?-pregunto con voz somnolienta, no sé cuanto llevo sentada en ese furgón, pero mi cuerpo me dice que muchas horas.
-Por tu propio bien aquí no lo llames así o vas a tener muchos problemas, llámalo señor o maestro y a lo de porque te necesita, creo que yo no soy el indicado para contarte eso.-asiento, de él me esperaba esa respuesta.-Mañana, cuando te levantes, busca a Arthur o a mí.
-¿A Katherine no?
-En su presencia llámala Kate, no le gusta Katherine y ella no te va a proteger, en todo caso ayudaría a que te dejaran en ridículo o algo así.
-¿Por qué tú la llamas Katherine y ella no te dice nada?
-Porque se puede decir que yo soy importante y no le queda otra que aguantar lo que yo diga.-siento que se abre una puerta, que él entra teniendo cuidado en no darme y me deposita en una cama.-Buenas noches, Beatriz.
-Buenas noches, Daniel.-por alguna razón sé que sonríe al oír su nombre, pero no estoy segura que estoy demasiado cansada como para saberlo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sin corazón. Prólogo

Prólogo
Nunca he sido igual que las demás, solo he sido un bicho raro, o puede que ni siquiera eso, no sé si en ese grupo me aceptarían, solo sé, que he estado sola. Jamás me han dado la oportunidad de estar en un grupo, siempre me han excluido sin apenas conocerme, no se cual es el significado de la amistad y mucho menos sé el del amor. Soy rara, lo admito, pero solo por el exterior,  que me guste vestir de negro y ocultarle mi rostro a la gente no significa que me tengan que marginar ¿o sí? Ya sé, puede que de miedo, ¿pero nunca se han parado a pensar que realmente solamente lo hago por… miedo? Vale, vale, no tiene mucho sentido, si ellos me tienen miedo a mí, ¿por qué les tengo miedo yo a ellos? Esa es la pregunta que pasa por tu mente ¿verdad? Pues fácil, se puede decir que ellos son una especie totalmente ajena a mí, aunque científicamente seamos la misma.
Me llamo Beatriz, tengo quince años, mi pelo es largo, ondulado y negro, mis ojos azul claro, con unas motitas plateadas, para mi gusto son mi punto débil, me gustan, pero siento que cualquiera que me miré a los ojos ve mi alma, y eso, lo odio, no quiero que vean que soy demasiado tímida y miedosa. Mi nariz es recta y mis labios finos y rojos, que destacan demasiado con mi piel blanca. Soy alta y tengo una buena figura que siempre está tapada con alguna chaqueta holgada, aunque eso es solo para la parte de arriba, porque para la parte de abajo siempre utilizo o vaqueros muy ajustados o pantis con unas botas de militar. Como he dicho antes, todo, absolutamente todo, es negro.
Vivo sola con mi madre, mi padre es un cretino que la abandono. Nunca lo llegué a conocer, y creo que es mejor así, de este modo no tengo que sufrir por él. ¿Sabéis? Creo que mi vida es una mierda por su culpa, mi madre no es de las que van llorando por las esquinas porque su marido las dejo, aunque tampoco la culparía por ser así. Mi madre es muy fuerte y siempre tiene una sonrisa para reconfortarme aunque realmente yo nunca la he necesitado. Ella solo me tiene a mí y yo, solo la tengo a ella.
¿Sabéis cuál es mi mayor secreto? No tengo pulso, jamás, nadie me lo ha encontrado, pero supongo que eso es imposible, ya que si no estaría muerta. Mi madre lo único que dice al respecto es que los médicos son unos incompetentes, aunque yo creo que ella intenta ocultarme algo. ¿El qué? No lo sé, vete tú a saber si son solo paranoias mías. Aunque la verdad es que tengo razones para pensarlo, ya que siempre que sacó el tema ella se pone muy, pero que muy nerviosa. ¿Será que lo heredé de mi padre?
Bueno empieza mi historia, una que puede que te lleve a un mundo extraño, aunque puede que no te lleve a ningún sitio.